La mañana del ocho de julio me encontraba en casa, trabajando con el ordenador, cuando me sonó el teléfono, se trataba de una antigua clienta de Bumerang, una de las discotecas en la que había trabajado de DJ en mis tiempos mozos. El motivo de su llamada era para pedirme si podía grabar un vídeo para felicitarle los cincuenta cumpleaños a su hermana, que también era asidua al legendario local. Lógicamente, acepté encantado; que todavía se acordaran de mí de cuando ejercía de DJ me parecía genial. Preparé el vídeo al momento y se lo envié por WhatsApp, agradeciéndole que contara conmigo para una fecha tan especial.
Antes de la hora de comer me volvieron a telefonear, pero, en esta ocasión, se trataba de Nacho, el marido de la cumpleañera. Resulta que había visto el vídeo que le había hecho para felicitar a su esposa, tras mostrárselo su cuñada, y se le había ocurrido una idea que le parecía que sería un regalo muy especial: me propuso ir a pinchar música, como la que ponía en la discoteca, a la fiesta que le tenía preparada para esa tarde/noche. En principio, me pareció algo precipitado, pero después de bastante insistencia y de sopesar que me encontraría con amigos a los que seguro que hacía mucho tiempo que no veía, lo pensé mejor. Asimismo, me parecía un bonito detalle y colaboraría para preparar algo que a esa chica, amiga mía, por cierto, le haría mucha ilusión. Acepté. Antes de colgar me preguntó Nacho si sabría hacerle un vídeo para ponerle, con fotos de la conmemorada en distintas etapas de su vida, así como de los clips que varias personas, entre ellas yo, le habíamos grabado para felicitarla, en una pantalla grande que estaría en el local en donde se haría la fiesta, obviamente sí que podría hacérselo, por lo que fue otro de mis compromisos.
Por la tarde me desplacé desde Noia a Palmeira. Nacho, junto a su cuñada y algunos allegados más ya me estaban esperando en el local, un antiguo restaurante, cerrado al público en ese momento, ideal para celebraciones. Tras explicarme cómo querían darle la sorpresa, me puse a preparar todo para que saliera a la perfección. Conecté el equipo y aproveché, durante las pruebas, para mostrarle el vídeo que había realizado para su pareja. Le encantó.
Fue todo muy emocionante. Tras un enorme biombo, que había servido en su día para separar la recepción del local, se pusieron a esperar a Marián, la cumpleañera, muchos de sus familiares y amigos. Nacho salió a buscarla. Apagamos las luces de todo el local, quedando únicamente encendida la pantalla que camuflaba algo la improvisada cabina desde la que iba a pinchar. Cuando entró la pareja yo, agachado tras la mesa que tenía los equipos encima, activé desde el ordenador el vídeo y me quedé observando, escondido, la cara de asombro que Marián mantenía sin entender todavía lo que pasaba. Entretanto Nacho, al igual que los invitados que, desde mi ángulo, percibía en la penumbra tras la mampara, mantenían en sus rostros una amplia sonrisa esperando a que la proyección terminase. Al finalizar esta, mientras la homenajeada abrazaba a su marido entre lágrimas de emoción, el padre de la chica encendió la luz y todos los invitados se descubrieron cantándole la canción de cumpleaños feliz. En cuanto terminaron, me puse en pie, contemplando aquella emocionante escena. Empezó a sonar la canción que su marido me había dicho que era su favorita. Marián, al verme, se acercó a darme las gracias y un abrazo, nos conocíamos desde hacía un montón de años y yo le aclaré que su pareja había sido el que había preparado todo, incluso la feliz ocurrencia de que yo estuviese allí.
La fiesta estaba de lo más animada, los invitados bailaban y pedían canciones que yo les iba reproduciendo. Estaba rodeado de antiguos amigos y recién conocidos que me hablaban mostrándome un gran afecto. Al cabo de un tiempo, en plena faena, con bastante ruido musical y con mucha gente a mi alrededor, me vibró el reloj y vi que era un mensaje de Azahara. Aunque me hizo la misma ilusión de siempre, en ese momento me resultaba bastante complicado contestarle. Más tarde me envió otro, que tampoco pude responder por el ajetreo, hasta que me llegó uno que me emocionó especialmente: «David, hoy no me quieres?». ¿Cómo no te voy a querer?, pensé nada más verlo, era ya mi vida, pero tampoco podía dedicarle ni un minuto por más que lo deseaba. Una media hora después, me entró un nuevo Telegram indicándome que estaba preocupada por si me había pasado algo. Esperé unos minutos para poner una canción larga y disculparme con las personas que estaban a mi alrededor, saliendo a la puerta para contestarle, no quería que se inquietara por nada. Luego regresé para seguir con la celebración que terminó bastante tarde.
Fue un emocionante día en el que me había encontrado, de manera inesperada, con un montón de amigos y que me sentía contento por haber formado parte de aquel gran y feliz homenaje que Nacho le había preparado a Marián, pero me había faltado algo, el ver y estar con mi Azahara.